Mi propio viñedo

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Contemplar un viñedo en pleno auge, antes de que se realice la vendimia, es todo un espectáculo visual. Todas esas vides, colocadas en hileras, de forma tan ordenada y con esa viveza que desprenden invitan a soñar sería poder caminar entre sus lías. Los profanos en el sector, aun siendo amantes del producto resultante de estas maravillosas plantaciones, sentimos una extraña curiosidad por todo lo que rodea al cultivo de la vid. Basta una mirada ante los campos de cultivo, para desear tomar una copa de vino y saborear todos los matices que, aporta la tierra a la uva y la uva, al vino.

Inevitablemente, degustar esa copa de vino, invita a soñar en cómo sería tener tu propio viñedo, a pequeña escala que, tampoco disponemos de un terreno en Napa Valley. Aunque lo cierto es que a día de hoy existen muchas facilidades para crear tu propio viñedo, personalmente puedo recomendar a los expertos de PlantVid, ya que ayudaron mucho a elegir las vides adecuadas y se nota su entusiasmo por la buena uva.

Sin embargo, convertirse en un buen o buena viticultor o viticultora, no es algo baladí, no es suficiente con que te guste disfrutar de una copa de vino. Hay que conocer los tipos de uva, las variedades, sus posibles combinaciones y, por supuesto, como se crea un viñedo, cuales son los cuidados y el mantenimiento que necesitan y, obviamente, todo lo que concierne a la elaboración del vino.

Si te gusta este mundillo, te invitamos a seguir leyendo, para conocer un poco más sobre como empezar con un viñedo. La selección del terreno, la vid, sus cuidados… Todo ello, fascinante, tanto para el productor vitícola como para el aprendiz que pasaba sus tardes de infancia, viendo como los viñedos de Falcon Crest, inundaban la pantalla de televisión. No hay que irse tan lejos, aquí en nuestra tierra, podemos encontrar grandes viñedos, recorriendo La Rioja, la Ribera del Duero, Rias Baixas o los imponentes viñedos volcánicos de las islas Canarias.

Digresiones aparte, centrémonos en lo importante. Tenemos el sueño, la idea, o el interés por crear nuestro propio viñedo. Sea con intenciones vitícolas o solo por el placer de comer uvas cosechadas por ti, en un paraje insólito como el que nos dejan las vides y las parras, vamos a ahondar en los pasos a dar para lograrlo.

Lo primero, tener un lugar

Si la intención de tu proyecto de viñedo es producir un buen vino y, aunque no lo sea, para obtener una buena uva, es fundamental, disponer de un terreno. Ese terreno, debe cumplir con una serie de características morfológicas, puesto que el suelo, es el lugar donde se va a asentar el viñedo. Se trata de un factor permanente y vital para la supervivencia de las vides, pues no solo será el elemento que las nutre, también será su hábitat.

La vid es una planta muy rustica, prácticamente adaptable a cualquier tipo de terreno, a excepción de los salinos. Estos arbustos de tallo vivaz y leñoso, trepadores por naturalezas, poseen zarcillos opuestos a las hojas, hojas alternas y estipuladas, flores pequeñas, pares y hermafroditas, inflorescencia en los racimos compuestos, frutos en forma de baya y semillas con testa dura y compuestas.

Tratándose de plantas fuertes y robustas como son, el suelo ejerce una acción directa sobre la misma, influye en la calidad y cantidad de su producción de uva y es el encargado de conferir al vino obtenido su personalidad.

Entonces, a la hora de plantar tus vides, hay que prestar atención al suelo donde vas a ubicar tu viñedo. Estos, se diferencian en tres tipos de perfiles:

  • Horizonte A que es la capa superficial del suelo, perturbada por mayores labores agrícolas, siendo el mas rico en nutrientes y materia prima.
  • Horizonte B, entre el A y el C, que presenta una estructura muy compacta con textura arcillosa.
  • Horizonte C que deriva de la roca madre que produce el A y el B.

La profundidad del suelo, es el primer factor determinante para el desarrollo de nuestra pequeña vid, puesto que condiciona el volumen de tierra que sus raíces, pueden colonizar, la disponibilidad de agua y elementos que esta contiene. Los suelos profundos, con la apropiada provisión de agua y elementos asimilables, son los más habituales para grandes producciones. En el caso de que los suelos sean más superficiales, pobres y sin reserva de agua, el desarrollo de las vides se limita, produciendo cosechas escasas, pero de mayor calidad.

En cuanto a la textura que debe poseer el suelo, en ella se encuentra la fertilidad física que posee. Su composición, condiciona el desarrollo y aprovisionamiento para obtener una mayor cantidad y mejor calidad de la producción. En función de su textura, los suelos se catalogan en:

  • Aluviales o pedregosos, los más indicados para el cultivo de la vid, por su permeabilidad y facilitar el drenaje de las viñas.
  • Arcillosos que retienen el agua y nutrientes óptimos para la uva. De ellos se obtienen vinos con gran volumen, menor graduación alcohólica y muchos taninos.
  • Arenosos que necesitan poca agua por lo que las vides requieren menos riego. La planta madura en menor tiempo y producen vinos suaves y de baja graduación.
  • Graníticos, de roca solida y más o menos uniforme que permiten una maduración progresiva de la vid. Producen vinos aromáticos y limpios.
  • Pizarrosos con poca materia orgánica y que impiden que las raíces se adentren en la tierra a mucha profundidad. Al reflejar la luz del sol, la madurez de la vid se produce antes. Los vinos resultantes, poseen mayor graduación alcohólica, con notas minerales, son aromáticos y complejos.
  • Francos, cuya estructura, posee un equilibrio entre las texturas arcillosas, arenosa y limosa.

A la hora de cultivar un viñedo con finalidades más concretas, es fundamental tener en cuenta estos aspectos, así como la relevancia de la composición mineral de los mismos. Este aspecto, influye notablemente en el resultado final, siendo así, tomemos por ejemplo un suelo rico en hierro. El resultado será un color mas potente, con tonos azulados en la fruta y el vino.

El suelo, es el principal elemento que influirá en la fisiología de la vid, la cantidad y la calidad de su producción y el resultado final, si de elaborar un vino, se trata.

Una buena uva, para vino o para mi

Evidentemente, no se trata de las mismas cepas, ni variedades de uva. Para consumo propio son habituales unas variedades más que otras. En cualquier caso, no todas las variedades se pueden cultivar en las mismas condiciones. Una vez que has elegido el terreno o sabes de que tipo es el que posees, es momento de elegir las uvas que se quieren cultivar, teniendo en cuenta, la finalidad de las mismas, claro está.

En función de las características del suelo, las condiciones climáticas y meteorológica, selecciona la variedad de uva, tinta o blanca que se vaya a adaptar mejor al terreno. Las parras crecen mejor en climas templados, con veranos secos y cálidos e inviernos fríos, en suelos con menos del veinticinco por cien de arcilla.

Una vez que has seleccionado la variedad, hay que seguir los siguientes pasos que, culminarán con el establecimiento de nuestro propio viñedo.

Empezando por disponer de un terreno de al menos, cuatro o cinco hectáreas y saber que la vid, tarda entre siete y ocho años en alcanzar su máxima producción y el mejor rendimiento, unos quince. Esto quiere decir que la paciencia es un factor que no nos puede faltar.

No conviene montar un viñedo en lugares donde se haya eliminado uno en los cinco años anteriores. El suelo tendrá pocos nutrientes.

Comenzar la planificación de la siembra y preparar el terreno con la finalidad de  que sea el adecuado para la vid. Es preferible que se encuentre algo inclinado. La labranza sobre el suelo, debe ser cuidadosa para no deteriorar la estructura del mismo.

Calcular la densidad de plantas que se ajustan al terreno, dejando el espacio suficiente entre unas y otras para que puedan alcanzar su máximo desarrollo sin problemas.

Marcar el terreno donde se colocará cada vid, es el siguiente paso, antes de hacer agujeros de diez a quince centímetros de profundidad, para que las raíces agarren bien.

Colocar tutores que harán las veces de soporte a las plantas a medida que van creciendo.

Llegado este momento, la siembra de las vides, debe producirse en primavera, tras la última helada, para favorecer una buena cosecha. Colocar las plantas en loa agujeros y atarlas a los tutores es el último paso. Ya tienes montado tu viñedo.

A partir de aquí, si es posible contar con un sistema de riego por goteo, será una excelente manera de hacer el cultivo más eficiente. Establecer un plan de fertilización y control de plagas, moldear las vides en base a las condiciones ambientales (proceso de dos a tres años) y hacer un seguimiento de la plantación para detectar problemas, enfermedades o plagas.

Poco a poco, veras como tu plantación de vides, va creciendo y deberás aprender a determinar el momento de la vendimia. Tener tu propio viñedo es una carrera de fondo, sus cuidados y mantenimiento, estarán a tu cargo de por vida y a cambio, te regalará, sus mejores cosechas. Luego ya decides si las quieres para vino o para ti.

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