La tendencia de las casas sin tabiques

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Las tendencias decorativas y las necesidades de la sociedad son conceptos en continua e inagotable evolución. Parece que ahora llega una innovación que se encuentra a la vanguardia de las corrientes contemporáneas en lo que a arquitectura del hogar se refiere: los tabiques y paneles móviles. Se trata de unos tabiques y paneles divisorios que ofrecen una solución constructiva idónea para ajustar el espacio doméstico a los requisitos del inquilino o el propietario, sacar el máximo partido a la superficie útil disponible y crear atmósferas diáfanas y acogedoras.

Su funcionamiento se basa en la instalación en el techo de unas guías donde permanecerán colgados estos paneles y a través de las cuales podrán desplazarse allí donde se desee, abriendo o cerrando el espacio a capricho. Dado que estas conducciones solo se encuentran en el techo, el suelo se mantiene limpio de obstáculos que perturben el tránsito del usuario o que rompan con la estética pulida del entorno. La firmeza de la sujeción y del movimiento, a la par que su silencio, queda garantizada por su exclusivo y revolucionario sistema de expansión interno, que facilita el movimiento fluido y sencillo de las piezas.

El recurso constructivo de los tabiques móviles, decíamos, disfruta del favor de una estética que traduce las necesidades de un tipo específico de ciudadano, el soltero sin pareja, adulto y con trabajo, que es cada vez más habitual en la sociedad. Son los denominados como ‘singles’, quienes, dadas sus características vitales, tienden a habitar viviendas unifamiliares que, en las grandes ciudades, exigen un aprovechamiento del espacio al centímetro. De ahí que también surjan opciones como The POP-UP House, diseñada por el estudio TallerDE2 en la capital de España y que ellos mismos califican como “una intervención integral en una vivienda de un edificio residencial madrileño de mediados del siglo XX para un usuario recién emancipado”.

“The POP-UP House es un experimento que investiga el cruce de dos situaciones: por un lado, es una exploración del fenómeno sociológico ligado al número creciente de hogares unipersonales en las metrópolis -denominado “fenómeno single”-; y por otro, es el ensayo de la infiltración cómplice -por individual e interactiva- de un delgado (in)mueble aglutinador de infraestructura doméstica”, definen en su página web al respecto de esta propuesta de arquitectura del hogar que reduce los elementos decorativos, útiles y constructivos a su mínimo esencial. En lo que supone toda una declaración de intenciones, la primera medida de esta reforma personalizada pasa por borrar todo lo prescindible que albergara el apartamento en cuestión. Todo lo ajeno al nuevo usuario, lo obsoleto, lo excesivo. En resumen, solo permanece incólume la estructura, las acometidas de electricidad y agua, etcétera, y “las obsesiones de un nuevo habitante”, bromean. A partir de ahí, será el cliente quien escoja cuáles de las 54 unidades de “elemento infraestructural” decide instalar en su casa. O, lo que es lo mismo, las habitaciones estancas se diluyen y desintegran independizando sus elementos útiles: la ducha, los fogones, la cama, el inodoro, un espejo,… Son unidades, por tanto, que desde su correspondiente anclaje en cada acometida, se despliegan “a modo de las maletas especializadas de Toland Grinnell”. Todo concentrado en una misma unidad, sin conceptos como tabiques o habitaciones. Una manera de pasar del habitual 50 % de superficie útil a más del 75 % que, en el caso de las contrapartidas, cabe destacar la evidente pérdida de intimidad que implica –de ahí que la demanda recaiga sobre este sector de la población soltero y sin compromiso- y el menor aislamiento frente al ruido que supone para actividades como dormir, ya que no se contaría con espacios restringidos y dedicados en exclusiva para ello.

En cualquier caso, aparte del incremento de superficie útil, con la libertad de movimientos y la amplitud de posibilidades que ofrece para personalizar la decoración del espacio, los espacios diáfanos pueden aportar una solución económica para aquellos que deseen adquirir viviendas de segunda mano, puesto que por lo general, el coste que impliquen posibles reformas desciende de manera considerable. «Al contar con menos tabiques, tenemos menos partida de metros cuadrados de yesos y pintura, y ahorramos también en puertas. En una reforma media de 40.000 a 50.000 euros, puede suponer 3.000 o 4.000 euros menos en el presupuesto», estimaba Javier Hernández Lario, gerente de Gahecor y vicepresidente de la Asociación Nacional de Empresas de Rehabilitación y Reforma (Anerr), en declaraciones al diario El País.

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